El Señor me ha instruido para que yo consuele a los cansados con palabras de aliento.
Isaías 50,4a
Consolar, una palabra tan simple como generosa. El consuelo no es individualista ni egoísta, por el contrario es amplio en su mayor expresión.
Hoy regresando de una situación un poco triste, de tener que despedir a una persona mayor y muy querida de nuestra comunidad de fe, pensaba justamente en el consuelo y palabras de aliento, que no siempre llegan a nosotros en esos momentos. Sin embargo ese alivianar una pena a alguien, es suficiente con destinar un tiempo silencioso para acompañar, un abrazo, una mirada comprensible, una mano en el hombro de aquí estoy. Sin embargo vemos que cada vez dedicamos menos tiempo a ese acompañarnos. Nuestros mayores tenían muy presente que la comunidad de fe es una fuente de consuelo, de estar juntos en los momentos más difíciles, en las pérdidas, en los cansancios. De poner en acciones lo que el profeta Isaías nos dice, con la plena confianza de que siendo siervos del Señor lo podremos hacer de la mejor manera. Recibiendo de él, la fortaleza y la sinceridad que necesitamos para consolar y ser consolados.
Prefiero consolar a ser yo el consolado, escuchar al otro, antes que hablar yo.
Y con mi alegría animar al que este triste, compartir mi pan donde haya hambre y sed.
(Del Cancionero Evang. para niños y niñas N°90)
Betina Wagner
Isaías 50,4-6