¡Ay de ustedes, fariseos!, que separan para Dios la décima parte de la menta, de la ruda y de toda clase de legumbres, pero no hacen caso de la justicia y el amor a Dios… ¡Ay de ustedes, fariseos!, que quieren tener los asientos de honor en las sinagogas… ¡Ay de ustedes, maestros de la ley!, que se han apoderado de la llave del conocimiento.
Lucas 11,42a.43a.52a
Este texto nos muestra a un Jesús muy enojado con aquellos en quien la gente confiaba. Los fariseos y maestros de la ley eran quienes transmitían la Palabra de Dios y guiaban al pueblo. Jesús no habla si lo hacen bien o mal, les recrimina la relación que tienen con Dios.
En lugar de escuchar y mirar en su interior, de reflexionar e intentar un cambio, ellos se enojaron mucho con Jesús y comenzaron a molestarlo con muchas preguntas, tendiéndole trampas para atraparlo en sus propias palabras.
Quiero contarles una historia que ocurrió hace unas cuantas navidades. Una familia preparó una obra para que sus niños la representaran y canciones cristianas para que la Nochebuena tuviera contenido. Comenzaron a la hora prevista con la representación y olvidaron que un integrante de la familia faltaba porque había ido a visitar a una anciana que vivía sola. El pesebre de esa noche quedó plasmado en una foto, la visita a la señora no quedó registrada en ninguna parte, ¿o sí?
Los actos cotidianos son los que Jesús nos pide que los realicemos desde el corazón.
Señor, te pedimos que podamos demostrar el amor de Dios que está dentro de nosotros con humildad. Amén.
Gabriela García Feege – Janecki
Lucas 11,37-54