Esteban levantó los ojos al cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús a su derecha.
Hechos 7:55-56

Esteban era uno del grupo de los apóstoles.
Mientras algunos predicaban y oraban por la gente, otros debían cuidar de la necesidad de las familias.
Esteban tenía algo especial, siempre pedía al Espíritu Santo que le diera sabiduría, tenía mucha fe y contaba con la gracia de Dios. Su confianza era total, él sabía que Dios no lo abandonaría en la hora de su muerte y le daría la vida eterna.
Esteban sabía que tenía un lugar preparado en el cielo y que el camino era la muerte para encontrarse con Cristo.
Le parecía tan familiar aquel cielo y el hijo a la derecha del Padre, ¡¡se conocían!!, porque Esteban hablaba con Dios en oración y escudriñaba las Escrituras.
Tú que estás leyendo esto, ¿sabes algo de la eternidad? ¿Sabes que hay un hogar celestial esperándote para vivir para siempre? ¿Confías como Esteban, que Dios te está esperando? Si tu respuesta es sí, entonces ya eres un afortunado o una afortunada, ¡eres feliz!
Cuéntales a los demás que será un día muy glorioso cuando te encuentres con Jesús, y que nunca más morirás.
Ahora, si no estás seguro de esto ¡piénsalo!, no querrás pasar la eternidad sin Dios, sin Jesús.
Hay dos lugares y debes elegir uno, te sugiero que quieras vivir con Jesús en la eternidad.
Escucha las palabras de Jesús cuando dijo, “en la casa de mi Padre hay muchas moradas, para ti y para mí” (Juan 14:2).
Por eso debemos vivir conforme a su Palabra, con el don que Dios nos dio de servir, de cuidar a los necesitados, con responsabilidad, con mucha fe y mucho amor al prójimo, y dejando que el Espíritu Santo nos guíe.
Te damos gracias, Señor, por la salvación gratuita

Wirlene Schmechel

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