¡Ay de ustedes, que llaman bueno a lo malo, y malo a lo bueno; que convierten la luz en oscuridad, y la oscuridad en luz…!
Isaías 5,20
¿De qué lado estoy?
¿Cómo se doma un elefante? Aunque en muchos países está prohibida su caza, hay lugares en los que todavía se les atrapa y se les doma de una manera por demás cruel. En este tipo de ambientes se habla de “romperle el corazón al elefante”, o “romperle el espíritu”, humillarlo, acostumbrarlo a su esclavitud, de tal manera que se vuelva dócil, obe- diente, no intente escapar y obedezca en todo a sus amos.
El pasaje a considerar es Isaías 5,8-24. La codicia excesiva había roto el corazón de los ricos y poderosos; no tenían compasión por sus prójimos. No mostraban una labor sincera de servicio hacia las personas necesitadas. Habían dejado que el poder, la corrupción, la codicia, atentaran contra ellos mismos, contra sus prójimos y también contra Dios. De tal manera que se había alterado el curso de las cosas, que el abuso hacia las personas se veía como algo común y cotidiano. Pero no para Dios.
En la vorágine social en la que vivimos, resulta a veces muy fácil acostumbrarse a todos estos males: la corrupción, la pobreza, la ex- plotación… a la falta de oportunidades. ¿De qué lado nos colocamos? A veces la voluntad puede romperse, nuestro espíritu puede doble- garse al ver tanta maldad y simplemente, dejarnos guiar por las cosas que vengan y que, incluso hacen que nos acostumbremos a todo ello. Este texto de Isaías pone un alto a todo esto, porque lo que Dios desea es que la gente pueda aprender a convivir entre sí y pueda liberarse de las ataduras que la llevarían a doblegarse ante los avatares de la vida.
Roberto Trejo Haager
Isaías 5,8-24