Oye, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
Deuteronomio 6,4-5
Leyendo el texto, me preguntaba: ¿Cómo se manifiesta el amor a Dios en nuestra vida cotidiana? ¿Es posible reflexionar sobre nuestras interacciones diarias, cuestionando la forma en que expresamos nuestra fe? A veces, las prácticas habituales y las costumbres pueden resultar confusas. Sin embargo, el amor a Dios es lo más valioso y relevante a lo que estamos llamados a compartir.
Un día, después de haber reflexionado bastante sobre esto, me vino a la mente la melodía del estribillo de una canción que cantamos en nuestra comunidad. Personalmente, me conmueve por su serenidad y dulzura. Después de tararearla un rato, recordé la letra y todo cobró sentido.
La canción nos invita a entonar y a practicar el amor, abrazando la humildad y la sensibilidad, animándonos a compartir nuestros miedos y tristezas, siendo pacientes y conscientes de nuestros procesos, mostrando compasión por quienes sufren y abogando por la justicia. De esta manera, también podemos sentirnos amados, perdonados y libres.
Que podamos seguir haciendo movimientos que nos conduzcan con amorosidad a obtener mayor claridad y entendimiento. ¿Cantamos? ¡Cantemos! Búscala en el Canto y Fe N° 312.
“Así como tu Señor, así como tú nos amas y nos amas, así queremos amar. Amar es confesarnos mutuamente, perdonarnos de nuevo cada día, buscar la luz, la verdad, andar de frente, sin guardias, sin secretos, sin mentiras. Amar es compartir todos los tiempos: los de espera, dolor y alegría; amar es entregarse por el otro dando pan, dando fuerza, nuestra vida. Amar es ser siervo del que sufre la pobreza, el hambre y la ignorancia; es luchar junto a él por liberarnos y llenar el futuro de esperanzas”.
Melisa Fischer