Miércoles 4 de diciembre

El Señor todopoderoso dice: “Voy a enviar mi mensajero para que me prepare el camino. El Señor, a quienes ustedes están buscando, va a entrar de pronto en su templo. ¡Ya llega el mensajero de la alianza que ustedes desean!”

Malaquías 3,1

Quizás en nuestros oídos resuenen las palabras acerca de Juan el Bautista en el Evangelio de Marcos, donde es descripto como aquel que prepara el camino para la llegada del Mesías. En ambos casos se menciona a un mensajero que es enviado para preparar el camino.
Este tiempo del año de la iglesia, las y los creyentes en Jesucristo, lo dedicamos a preparar nuestros corazones y nuestras vidas para la llegada del Mesías, del Hijo del Dios, de aquel que fue esperado por siglos. Es, en un sentido poético, preparar el camino para aquel que viene. Su llegada significa el cumplimiento de las promesas de Dios a su pueblo.
Cuando leemos estos textos proféticos y también aquellos del Nuevo Testamento que hacen referencia a los mismos, descubrimos que la llegada del mensajero está siempre vinculada a la fidelidad de Dios a su pueblo, aún en tiempos de traiciones, así como de la justicia, siendo la vara de esta la misericordia. Es interesante que siempre la justicia está asociada a la verdad, al descubrimiento de aquello que está oculto y la necesidad de transformar nuestras realidades a partir de esa verdad transformadora. Podemos imaginarlo como una gran luz sobre nuestras vidas que no deja nada a escondidas delante de Dios. Todo lo que somos, con nuestras miserias y fragilidades, queda expuesto ante la mirada misericordiosa de Dios.
“Por una senda oscurecida vamos en la busca de la luz; luz y alegría sin medida encontraremos en Jesús” (Canto y Fe N° 3).

Sonia Skupch

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