¡No sólo se pelean unos hermanos con otros, sino que llevan sus pleitos ante jueces paganos! Ya el simple hecho de tener pleitos entre ustedes mismos, es un grave defecto.
1 Corintios 6,6-7
Lo que debe diferenciar a una comunidad cristiana, no es la ausencia
de conflictos, sino la forma en la que los resuelve. En todo grupo humano
surgen conflictos. El encuentro de diferentes pensamientos, personalidades distintas, perspectivas diversas, los genera en algún momento. Son problema y al mismo tiempo son oportunidades. Oportunidades mu- chas veces valiosas para mostrar cómo el espíritu del Evangelio opera en cada persona a la hora de enfrentar el conflicto.
La comunidad de Corinto los tenía y no es eso lo que Pablo critica, sino la forma en que intenta resolverlos: “llevándolos ante los jueces”. Seguramente el conflicto emporará. Podrá quedar jurídicamente re- suelto, pero humanamente quedará una herida muy difícil de curar y a la comunidad eso no la edifica. Jesús da pautas muy claras a la hora de enfrentar los conflictos (Mateo 18,15-18), y la comunidad de Corinto las está desoyendo. El conflicto es un momento casi inevitable en toda comunidad; el pleito es llevar ese conflicto al plano de la disputa legal, renunciar a ser restauradores de una relación rota y dejarla en manos ajenas sin pedir en oración la guía de Dios.
Vivimos en una sociedad hiperjudicializada. La demanda y el juicio han llegado a ser una industria que puede incluso inventar el conflicto. Y las relaciones humanas por ese camino se deterioran, la confianza se pierde, la palabra no vale, el prójimo es un potencial enemigo a mirar con desconfianza, incluso la ley que se dice respetar termina siendo manejada. El Evangelio queda excluido, la comunidad no se mantiene.
Más que oportuno este llamado de Pablo, y bien justificada su dure- za. Si Cristo vive en nosotros, estos caminos también deben ser nuevos.
Oscar Geymonat
1 Corintios 6,1-11