«¡Llénate de alegría, hija de Sión! ¡Da voces de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu rey viene a ti, justo, y salvador y humilde, y montado sobre un asno, sobre un pollino, hijo de asna. Yo destruiré los carros de guerra de Efraín y los briosos caballos de Jerusalén, y los arcos de guerra serán hechos pedazos. Tu rey anunciará la paz a las naciones…»
Zacarías 9,9-10a.b (RVC)

Luego del exilio, el profeta resume algunas notas, ciertamente inesperadas, novedosas, de la esperanza mesiánica del pueblo de Dios: ¡El mesías venidero es un rey pobre y humilde! Más aún, este rey no deja de ser uno de los “humildes” que lo acompañan. En él se expresa la esperanza de justicia y salvación de los pobres del Señor.
Este rey no llega cabalgando sobre un caballo sino sobre un burro. El caballo era la montura propia de quien va a la guerra (Éxodo 14,9; Zacarías 1,7-11). En cambio, históricamente, el asno era la montura de un monarca que llegaba a una ciudad en son de paz y de alegría. Se usaba para las entradas solemnes con carácter amistoso (Génesis 49,11; 1 Reyes 1,33).
Este rey, mediante su palabra poderosa y creadora, anunciará una paz universal. Sin embargo, la paz no es sólo la ausencia de guerra abierta, sino que implica condiciones reales de vida digna para todos, particularmente para los más necesitados y vulnerables. La justicia y la paz van de la mano; no existe una sin la otra (Isaías 32,17; Salmo 85,10).
Señor, ayúdanos a hacer nuestro, en palabras y acciones concretas, el sueño del profeta de justicia y paz para este mundo que tanto necesita de ellas. Amén.

Miguel Ponsati

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