A los que escogiste del mundo para dármelos, les he hecho saber quién eres. Eran tuyos, y tú me los diste, y han hecho caso de tu palabra.
Juan 17,6

En este pasaje podemos observar que Jesús ora por sus discípulos. Me acuerdo que mi pastor comentó una experiencia personal cuando lo invitaron a predicar en otra iglesia. En su sermón había dicho lo siguiente: “Todo discípulo es creyente, pero no todo creyente es discípulo”. Y continuó diciendo: “Los creyentes son calentadores de sillas”. Luego de su mensaje, comenta que una señora, respecto a lo que él había dicho, se acerca enojada y le dice: “Usted pastor no puede decir que los creyentes son calentadores de sillas”. A lo que mi pastor respondió: “Si la ofendí, señora, le pido perdón”.
Ante este episodio podemos decir que el discípulo no se ofende, sino que se dedica a escuchar y aprender lo que es la voluntad de Dios. Es un aprendizaje continuo. El mensaje del Evangelio nos llama a que seamos discípulos y discípulas de Cristo, y no tan sólo creyentes. Ser discípulo de Cristo implica morir a uno mismo y llevar la cruz todos los días. Es aquel que ayuda a otros a que puedan crecer en la fe, pero también es aquel que, con humildad, se deja ayudar. Es aquel que enseña, anuncia y vive en carne propia el reino de Dios. Según David Bosch, “convertirse en discípulo de Cristo significa toda una serie de compromisos, en especial con Jesús y con el reino de Dios”.
Querido Jesús, ayúdanos a convertirnos en discípulos tuyos. Amén.

Emiliano Torres

Juan 17,6-11a

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