Los israelitas salieron del monte Hor en dirección al Mar Rojo, dando un rodeo para no pasar por el territorio de Edom. En el camino, la gente perdió la paciencia y empezó a hablar contra Dios y contra Moisés. Decían: “¿Para qué nos sacaron ustedes de Egipto? ¿Para hacernos morir en el desierto? No tenemos ni agua ni comida. ¡Ya estamos cansados de esta comida miserable!”
Números 21, 4-5
Es común que cuando las cosas no salen según nuestros planes, o cuando resultan más difíciles de lo que habíamos anticipado, perdamos la paciencia y comencemos a quejarnos y culpar a los demás. En estos momentos, es cuando el camino se complica y la marcha se vuelve difícil, también podemos volcarnos hacia Dios con reproches, diciendo: «Antes estábamos mejor» o preguntándonos: «¿Por qué Dios permite esto?» Ante la primera dificultad, tendemos a desistir de seguir adelante sin considerar si lo que nos espera podría ser mucho mejor de lo que dejamos atrás.
Cierta vez alguien le preguntó a un peregrino porque seguía caminando sin establecerse en ningún sitio. Este, mirándole con simpatía, le dijo: “Siempre espero que haya un sitio mejor que el suelo que estoy pisando, por eso emprendo nuevamente la marcha pasado los días. Por otro lado, casi nunca es importante hacia donde uno dirige sus pasos, sino, que se ponga en camino”.
El camino a través del desierto no estuvo exento de dificultades; el pueblo, liberado de la esclavitud en Egipto, enfrentó hambre y sed, pero ante ellos se hallaba la tierra prometida. De manera similar, nuestro recorrido por la vida no estará libre de pruebas, pero en el horizonte nos aguarda el reino prometido.
David Juan Cirigliano
Números 21,4-5
Tema: dificultades