Luego él se fue hacia el desierto, y caminó durante un día, hasta que finalmente se sentó bajo una retama. Era tal su deseo de morirse, que dijo: «¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, pues yo no soy mejor que mis padres!» Y se acostó allí, bajo la retama, y se quedó dormido. Pero un ángel llegó, y tocándolo le dijo: «Levántate y come.»
1 Reyes 19,4-5

Cuántas veces atravesamos desiertos en nuestras vidas, cuántas veces nos sentimos abrumados y sin fuerzas, en cuántas ocasiones perdemos la esperanza y nuestra fe parece debilitarse.
¡Y cuántas veces también podemos estar en la otra vereda, en la de la escucha atenta y solidaria, en la mirada tierna y sin juicios frente al otro que sufre, ofreciéndonos en la escucha, compañía e interés en su padecer! Así, las circunstancias de la vida nos van colocando de un lado y otro, pero siendo comunidad, conociendo TU palabra, amado Dios, es que podemos despertar y ser la mano que se tiende ante el sentirse desamparado.
Oremos:
Dios Padre todopoderoso, te pedimos que aumentes nuestra fe y suplicamos poder infundir esperanza. Permítenos ser testimonio de tu promesa a través de nuestras acciones cotidianas, glorificando así tu santo nombre. Te pedimos que nos utilices como instrumentos para ayudar a encontrar a aquellos que más te necesitan. Concédenos oídos compasivos ante el dolor y palabras llenas de ánimo y alegría en tu nombre. Señor, que la indiferencia no habite en nuestro ser y que seamos receptivos al hermano necesitado, obrando en justicia y amor, siguiendo el ejemplo de tu Hijo que nos enseñó a amarnos los unos a los otros, como Él nos amó. Amén.

Silvana Nagel

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