¡Vengan, volvamos nuestros ojos al Señor! Ciertamente él nos arrebató, pero nos sanará; nos hirió, pero vendará nuestras heridas.
Oseas 6,1
En este caso el profeta insta al pueblo de Israel a volver a Dios, arrepentirse de haberse alejado de su verdadero Dios, a ese mismo pueblo que sufrió en carne propia las consecuencias de su pecado.
Tratando de analizar este pasaje con la mirada del pueblo de Dios y de llevarlo a nuestros días, vemos que nosotros también estamos muchas veces tentados a adorar a otros dioses distintos del nuestro único y verdadero, al Dios de las escrituras.
Quizás nos sorprenda la comparación del párrafo anterior, pero ¡cuántas veces perdemos de vista lo verdaderamente importante para la vida y la convivencia de y con nuestros hermanos!, desviando nuestros esfuerzos e incluso nuestros bienes materiales en satisfacer banalidades. Y de esta manera, venerar, por ejemplo al dios mamón, descuidando las necesidades básicas de nuestros hermanos. Entonces, en este caso cabe preguntarnos, ¿cómo es que amamos a nuestro Dios a quien no vemos si no queremos a nuestros semejantes a quienes sí vemos?
Nuestro Dios siempre nos acompañará, él se hará sentir en nuestras vidas, como el sol se hace sentir en la primavera.
Juan Carlos Waicheim