Miren, hoy les doy a elegir entre la vida y el bien, por un lado, y la muerte y el mal, por el otro. Si obedecen lo que hoy les ordeno, y aman al Señor su Dios, y siguen sus caminos, y cumplen sus mandamientos, leyes y decretos, vivirán y tendrán muchos hijos, y el Señor su Dios los bendecirá en el país que van a ocupar.
Deuteronomio 30,15-16
Dios habla al pueblo de Israel y define las condiciones para obtener bendición: seguir la ley. La primera y más importante es: “ama al señor tu Dios”, y en este punto es claro y sin rodeos: amas a Dios y vivirás; lo niegas y tu recompensa será la muerte. El Señor eligió a Israel como su pueblo, y se espera que el pueblo elija también al Señor como su Dios y le sea fiel.
Cuando Jesucristo llega al mundo, también nos habla del mandamiento del amor, pero es en él donde este mandamiento se cumple, porque es él mismo quien lo pone en práctica, y se hace ejemplo de ello. Ese pecador que transgrede la ley y por lo tanto es merecedor de la muerte es al que Cristo viene a buscar y redimir. En Jesucristo se invierten los papeles; en lugar de exigir amor, viene a traerlo. En su paso por este mundo alimentó a los hambrientos, sanó a los enfermos y les dio un lugar a los pecadores ofreciéndoles un cambio de vida. Dios en Jesucristo no exige, sino que ofrece. Ofrece la posibilidad de seguirlo y aceptarlo y ser ejemplo de ese amor y solidaridad que Él vino a traer. La recompensa es vivir una vida plena ya en la tierra y un lugar en la eternidad. Amén.
Javier Schenhals
Deuteronomio 30,15-16