Y (Elías) se acostó allí, bajo la retama, y se quedó dormido. Pero un ángel llegó, y tocándolo le dijo: “Levántate y come.”
1 Reyes 19,5
Aunque Elías fue uno de los más grandes profetas de la historia del pueblo de Israel, aquí se lo describe bastante vulnerable, huyendo de un lugar peligroso. Temiendo por su seguridad y por su vida. Buscando desesperadamente un lugar en donde refugiarse. Caminó por el desierto y terminó acostado bajo un arbusto. Posiblemente cansado, de caminar y de esconderse. Con sed y hambre. Agotado mental, física y quizás espiritualmente. Elías era solo un hombre, un profeta de Dios, pero humano al fin.
Tantos/as hubieron a lo largo de la historia que al igual que Elías tuvieron que huir por temor. Tantos/as fueron amenazados/as por su fe y por sus convicciones.
Tantos y tantas en aquel tiempo y nuestros tiempos que corren sin rumbo a través de desiertos, cerros, mares, intentando salvar sus vidas.
El profeta estaba completamente a la deriva cuando un ángel se le acercó, lo tocó, le dio de comer. Cuando todo parecía perdido, surge un hilo de esperanza celestial que lo ayuda a seguir. ¡Cuántos ángeles (bien humanos de hecho) existieron y existen, que ayudan a los/as desesperados/as y les permiten seguir adelante! ¡Cuántos ángeles hemos tenido nosotros/as en nuestras vidas, que nos han dado una mano y nos han levantado cuando todo parecía perdido! Ángeles, sin dudas enviados por Dios, al igual que a Elías, para demostrarnos que no estamos solos. ¿Cuántas veces hemos sido nosotras/as los ángeles de alguien más?
No tengas miedo es la noche oscura, Tú no estás solo, ya no hay soledad; aunque la vida te parezca dura, hay quien dirige de la eternidad. (Canto y Fe N° 204)
Karla Steilmann
Pastora de la IERP.
Estudiante de doctorado en la universidad de Leipzig, Alemania.
1 Reyes 19,1-7