Dios el Señor hizo ropa de pieles de animales para que el hombre y su mujer se vistieran.

Génesis 3,21

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Quisimos hacer, Señor, nuestro propio camino, seguir nuestros propios deseos e intereses. Tenemos miedo y nos vemos desnudos,

tenemos frío y encontramos sólo unas hojas para cubrirnos… Nuestros caminos tienen que ver con negocios, éxito, avaricia e

intereses. Solemos luchar por un poco de poder. Eso sí, cuando nos descubren haciendo nuestros propios y egoístas caminos, no nos que-remos hacer cargo. Procuramos siempre que el otro, la otra, sea culpa-ble: “la mujer que me diste” … ¿yo? ¡no! … “fue la serpiente”. Cambian los personajes, los culpables, pero lo que no cambia es la realidad: el culpable es el otro.

No cambia el miedo, queremos escondernos… nos vemos desnu-dos y temblando.

Quisimos, Señor, hacer nuestro propio camino y, desde ya, sufri-mos las consecuencias. Por eso, Señor, quizá nos sorprende tanto tu misericordia. Pese a nuestra traición, no nos dejas solos, atemorizados y desnudos.

Nos haces ropa de pieles, para que estemos abrigados, haces se-ñal en la frente de los desobedientes para que nadie les quite la vida (ref. a Génesis 4,15).

Es que, a pesar de nuestra desobediencia y arrogancia, Dios ama a sus criaturas, se ocupa de ellas, con un amor tan grande que no lo podemos entender. Porque, mientras nosotros queremos destruir, él quiere dar vida. Dios no abandona a la humanidad, ni a su creación. La llama, la busca en Jesús y le da abrigo y nuevas posibilidades.

Esa es nuestra fe y nuestra certeza.

Doris Arduin y Germán Zijlstra

 

Génesis 3,14-24

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