En Cristo, gracias a la sangre que derramó, tenemos la liberación y el perdón de los pecados. Pues Dios ha hecho desbordar sobre nosotros las riquezas de su generosidad.
Efesios 1,7-8
Cristo Jesús entregó su vida por todos y con su muerte fuimos liberados para una vida plena. Dios en su infinita misericordia redimió nuestras vidas.
Hoy debemos preguntarnos ¿qué hacemos nosotros con nuestras vidas?, ¿es que le damos el valor necesario para tanta gracia?
Vivimos momentos convulsionados, y es casi cotidiano buscar la culpabilidad en el otro sin hacer una autocrítica.
Como humanidad basta mirar en rededor para ver que no estamos cuidando ni nuestra vida ni la de los demás. Pero, como cristianos, tenemos responsabilidad y podemos arrepentirnos, comenzar de nuevo, como una oportunidad para disfrutar de la gracia otorgada.
Tratar de ganar con obras lo que Él ya ganó es ridículo, es imposible, porque todo eso fue dado por gracia, o sea inmerecidamente. Es sólo la fe en lo que Él hizo lo que nos hace aceptos en el amado, y nuestras obras son el resultado de entender esto en un actuar consecuentemente y responsable.
Él pagó por nuestras culpas con su sangre y su dolor; entregándose a la muerte, a la muerte derrotó; se ofreció en sacrificio para nuestra salvación.
Y después de la amargura plenitud de luz verá; como premio a su victoria en herencia obtendrá
muchedumbres incontables para el Reino de la Paz.
Te entregaste por nosotros, de tu cruz brotó la paz; por tu muerte ya vivimos, Jesucristo, en libertad. (Canto y Fe N° 54)
María Esther Norval
Efesios 1,7-10