Acudan al Señor, y vivirán; de otro modo él enviará fuego sobre el reino de Israel, y no habrá en Betel quien lo apague. ¡Ay de ustedes, que convierten la justicia en amargura y arrojan por los suelos el derecho!
Amós 5,6-7
Amós fue un pastor que residió en Tecoa, un pequeño poblado ubicado al sudeste de Belén. Allí se dedicó a la cría de ganado y tareas agrícolas hasta que fue llamado por Dios para desempeñar su misión profética.
Durante la época de Amós, el reino de Israel experimentaba un período de prosperidad, impulsado por los intercambios comerciales con otras naciones que habían aumentado los recursos económicos. Sin embargo, esta bonanza también había exacerbado las desigualdades sociales. El excesivo lujo de los ricos contrastaba con la miseria que enfrentaba la mayoría de la población. Esta situación se agravaba aún más debido a la corrupción en el sistema judicial y en los tribunales. Además, en el ámbito religioso, se observaba la celebración de cultos vacíos de devoción y llenos de idolatría hacia otros dioses.
En esas circunstancias realiza su tarea Amós: hace una dura crítica a la injusticia social, nos advierte del enojo de Dios y nos llama al arrepentimiento.
Podría parecer que esa sociedad no difiere mucho de la actual, donde también somos testigos de injusticias, actos de violencia y corrupción. Sin embargo, es importante recordar que aquellos que realizan acciones incorrectas no cosecharán resultados positivos, sino que enfrentarán las consecuencias de sus actos. Por esta razón, Amós insta al arrepentimiento y nos anima a creer en Dios como el único “Juez Universal” capaz de restaurar a su pueblo. Dios no busca simplemente el castigo, sino que aspira a reconstruir las relaciones para que podamos vivir en paz, respetarnos mutuamente y brindar ayuda genuina al prójimo. En su nombre, Amén.
Silvana Esther Lauphan