Yo iré delante de ti y te allanaré los lugares torcidos.
Isaías 45,2

El pasaje bíblico refiere a una acción de Dios desconocida pues es la primera vez que Dios consagra a un rey extranjero, llamado Ciro. Le otorga el título de ungido y, de este modo, entra en la dinastía de David.
En distintas épocas, el cristianismo, desde su centro de poder religioso, se autoproclamó dueño de la verdad, estableciendo una clasificación de buenos y malos. Fanatismos crueles entre católicos y protestantes dejaron marcas profundas. Mis padres lo padecieron en el momento en que decidieron casarse, hace unos sesenta años. Mi mamá de familia católica, mi papá metodista de tradición valdense, si bien en otros ámbitos ambas familias eran buenos vecinos, predominó la intolerancia religiosa: mis padres tuvieron que soportar muchas agresiones, más aún mi madre.
Dios obra allanando los lugares torcidos. Torcidos por la pretendida exclusividad de la salvación. Dios está libre de todo encierro en dogmas, costumbres, ritos, origen, idioma, color de piel, clase social, orientación sexual, etc. Porque su Espíritu sopla por donde quiere, nos dice Jesús (Juan 3, 8).
El texto bíblico nos interpela a mirarnos en el espejo de la apertura, contemplando la diferencia como don de Dios.
El canto N° 89 de Canto y Fe: “Los caminos de este mundo están llenos de amistad, no la niegues a tu hermano que la espera en ti encontrar”, nos motiva a buscar caminos de apertura, cultivando amistad con el “otro” ser diferente para poder ser hermanas y hermanos, especialmente, de quienes la sociedad nos enseña a despreciar por ser extranjero, homosexual, pobre, persona negra, con discapacidad, entre otras diferencias.
Al retomar el camino de Jesús, “soy feliz pensando en Dios”

Norma Guigou.

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