En ti me refugio, Señor: no quede yo nunca defraudado;
por tu justicia ponme a salvo.
Inclina tu oído hacia mi, ven pronto a liberarme,
sé mi roca de refugio, mi fortaleza protectora;
tú eres mi roca y fortaleza
.

Salmo 31:1-3

¡Qué frágiles somos, Señor!
La enfermedad nos acecha. Nadie puede sentirse seguro. Cualquiera de nosotros puede ser víctima. Por eso en nuestra angustia te decimos: ¡Sálvanos, Señor!

Nos estremecen y paralizan las bolsas con cadáveres, los féretros enterrados de apuro. La muerte tan cercana y violenta está ahí con toda su potencia destructiva. ¡Sálvanos, Señor!

Ayúdanos, porque cada día crece más y más el fastidio, el cansancio, la desconfianza. Estamos abrumados por la incertidumbre: cada decisión parece errada y sin sentido. Nos preocupa la posibilidad de perder el trabajo que da el pan de cada día, aquello que fue ganado con tanto esfuerzo. En medio de las preocupaciones te pedimos ¡ Danos tu paz, Señor!

Nos conmueve ver hospitales, clínicas y sanatorios colapsados; al personal médico y de salud desbordados en sus fuerzas, aunque llenos de amor y compromiso por salvar vidas; los niños, niñas y adolescentes que no pueden encontrarse con sus amigos y amigas, ni siquiera en la escuela; las familias y comunidades que no pueden reunirse.

Y al mismo tiempo nos indignan las autoridades que no se ocupan, las peleas miserables producto del proselitismo electoral, el desigual acceso y distribución de las vacunas en el mundo; los negociados en torno a la salud. ¡Hasta cuando tendremos que soportar todo esto! Que se haga tu justicia, Señor.

Resulta imposible entender a quienes se muestran indiferentes y con absoluta desaprensión por el prójimo negándose a aceptar y adoptar cualquier medida que significa proteger a los demás. ¡Cambia, Señor, esos corazones y mentes!

Muchos son los sentimientos que atraviesan nuestro ser, Señor, y pocas las fuerzas que nos quedan para hacer algo.

Por eso te pedimos que nos ayudes a cuidarnos y cuidar los demás. Y que al final de cada día podamos entregarnos confiadamente en tus manos porque tú eres nuestra roca y fortaleza.
Que así sea. Amén.

Pastor Leonardo Schindler
Presidente de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata.

Compartir!

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Email
Print