Propuesta para celebración de Jueves Santo: Un encuentro de amor y servicio

El siguiente material ha sido preparado por Betina Wagner, miembro de la Congregación Evangélica de San Antonio, para la celebración del Jueves Santo. Esta liturgia invita a reflexionar sobre el amor sacrificial de Jesús, su ejemplo de humildad al lavar los pies de sus discípulos y su llamado a servir los unos a otros.

A través de cantos, lecturas bíblicas, oraciones y una emotiva narración desde la perspectiva de Rode, una joven sirvienta que presenció la Última Cena, este encuentro desafía a la entrega al servicio, siguiendo el modelo de Cristo.

 

Materiales necesarios para la celebración:

Corazones de tela (uno para cada participante al ingresar, diferentes en textura y color).

Biblia (para las lecturas de Salmo 116 y Juan 13, 1-17. 31b-35).

Toalla y recipiente con agua (símbolos para recordar el lavatorio de pies).

Elementos para la Santa Cena (pan y vino, si se incluye este momento).

Proyector o pantalla (para mostrar el video de la lectura del Evangelio, si se utiliza).

Instrumentos musicales o grabaciones (para los cantos propuestos).

 

 

(Al ingreso cada participante recibe un corazón)

 

Muy buenas noches a todos, sean bienvenidos a esta celebración de Jueves Santo.

 

Estamos reunidos en nombre de Dios, creador, padre fiel, amoroso cuyo gran amor nos busca y nos envuelve.
En nombre de Jesús, que naciste para traernos paz, viviste siendo nuestra luz, sufriste asumiendo nuestras culpas y resucitaste siendo esperanza del mundo
En nombre del espíritu santo, gracia eterna que nos ordenas en nuestro caos, sostienes en nuestros quebrantos, y soplas vida nueva en cada amanecer.

 

+Canto: Es por su amor (96)

 

+Lectura antifonal del salmo Salmo 116, 1 – 2. 12 – 19)

 

Salmo 116, 1 – 2. 12 – 19 Yo amo al Señor porque él me escucha, porque oye mi voz cargada de súplicas. 2 El Señor se digna escucharme; por eso lo invocaré mientras viva.
12 ¿Con qué voy a pagarle al Señor tantas bendiciones que de él he recibido? 13 ¡Sólo ofreciendo libaciones por su salvación, e invocando el nombre del Señor! 14 ¡Sólo cumpliendo al Señor mis promesas en presencia de todo su pueblo! 15 A los ojos del Señor es muy valiosa la muerte de quienes lo aman. 16 Señor, yo soy tu siervo; mi madre fue tu sierva, y yo también lo soy, pues me libraste de mis cadenas. 17 El sacrificio que te ofrezco es mi alabanza; voy, Señor, a proclamar tu nombre. 18 Voy a cumplirte mis promesas en presencia de todo tu pueblo, 19 en los atrios de tu templo, Señor; ¡en medio de ti, ciudad de Jerusalén! ¡Aleluya!

 

+ Canto: No nos iluminó (104)

 

Oremos:

 

EL salmista dice: El Señor se digna escucharme; por eso lo invocaré mientras viva.
Querido Jesús, te pedimos perdón en lo que hemos causado daño en pensamientos y acción a nuestros hermanos. Si hemos recargado el trabajo de los demás, en vez de alivianar cargas.
Perdón si contagiamos a otros en desaliento, en sumar a sus preocupaciones, en vez de aportar a su felicidad.
Jesús, te pedimos que te quedes en medio nuestro, que abras nuestras mentes y corazones hoy, que estemos dispuestos a celebrar tu humildad y entrega.

 

Jesús, te pedimos que juntos trabajemos nuestros corazones para que sean arcilla blanda a tus manos, y arcilla firme en el servicio de mi hermano. Amen.

 

+ Para la lectura del evangelio de hoy, la queremos hacer con una canción. Lectura del evangelio propuesto (Juan 13, 1 – 17. 31b – 35) Video

 

–Me llamo Rode. Me crió María, la mamá de Juan Marcos. Me recogió de niña, cuando murió mi madre. Yo le ayudo en la casa. Para la gente soy “la sirvientita”. A mí no me importa. Sé que servir es un privilegio. Le cuento cómo llegué a esa conclusión.

 

Fue la noche antes de la Pascua, cuando crucificaron a Jesús. Ofreció el pan y el vino. Los discípulos de Jesús lo celebran, yo también participo, pero en ese momento yo no estaba. Lo que yo vi es otra cosa, y eso le cuento. Yo subía y bajaba con las cosas de la cena, sin meterme mucho, porque el Maestro quería tener un último momento de tranquilidad con el grupo más cercano.

 

Se mostraba tan serio, pero tan lleno de amor al mismo tiempo. No es posible un amor tan grande, tan intenso, total. Hasta el último día antes de morir no dejaba de pensar en los suyos, en todos nosotros, en todas nosotras. Cuando le habló a mi patrona para que le dejara usar el piso de arriba de la casa y le preparara la cena, le escuché decir: “Esta es la hora, mi hora”. Él sabía lo que venía y quería preparar todo. Yo les puse unas pieles de oveja para que se reclinaran, preparé la mesa, con pan y vino. Hice una sopa bien nutrida; no tenemos mucho, pero doña María me dijo que pusiera lo mejor. Cuando llegaron me acerqué para lavarles los pies, como estoy enseñada. No me gusta mucho, pero una se acostumbra… Jesús me sorprendió. Me hizo señas que no, que dejara el jarro con agua y la toalla en un rincón del cuarto y que nos fuéramos.

 

Y cuando subí para llevarles la sopa caliente, me quedé pasmada. Yo lo vi, nadie me la contó. Casi no lo podía creer. Aunque era esperable viniendo del Maestro… Allí estaba él, Jesús, con la toalla en la cintura, inclinado delante de Judas (ni más ni menos), lavándole los pies. Dura me quedé en la mitad de la escalera.

 

¡Ese era mi trabajo, y lo estaba haciendo él! Le lavó los pies a Judas y luego se puso a lavárselos a Pedro. El se mostró casi ofendido por ese gesto: “–Señor, ¿cómo vas tú a lavarme los pies a mí? No me lavarás los pies jamás”. El Maestro le respondió “Ahora no lo entiendes (eso es cierto, Pedro a veces es medio duro de entender), pero después lo entenderás”.
Como Pedro se seguía resistiendo agregó: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”. ¡Para tener parte con Jesús hay que dejarse servir por él! Claro que resultaba difícil de entender. Hemos sido criados para pensar de otra manera. Que hay que servir a los más poderosos, y reclamar el servicio de los inferiores. A mí, mujer, joven, criada, todos se creen con derecho a reclamarme. Pero él tenía otra cosa en mente… después lo dijo.

 

Entonces Pedro, cuando no, exageró: “Entonces lávame todo, pies, manos, cabeza”. El Maestro se sonrió. Vaya si nos conocía bien a todos… También a mí… Claro, lo que me dijo a mí no quedó escrito en ningún lado, pero sí en mi corazón. También sabía lo que iba a hacer Judas.

 

Por eso, cuando le contestó a Pedro que el que está limpio no necesita que lo laven, agregó como comentando para sí: “pero no todos son limpios…” Pensé que se refería a que acababa de lavarles los pies. Pero es más profundo: es que su amor nos ha hecho más puros… No con los rituales que enseñan los fariseos, sino con otra pureza, la pureza del amor.
El amor de Jesús saca lo mejor de nosotros, lo bueno que hay nuestro corazón, lo que él mismo puso.

 

Por eso agregó que, aunque le decimos Maestro, él se puso a servirlos. Para que podamos recibir y disfrutar de lo que significa ser amados gratuitamente. Y entonces podamos hacer lo mismo. El me cambió la idea de qué significa servir. Porque dijo que el siervo no es mayor que su señor, pero él, que es Señor, se puso en mi lugar, el de una sierva…, dijo que los que servimos somos bienaventurados… Servir no es una deshonra… otra cosa es que te atropellen. Y tenemos que aprender la diferencia.

 

Cuando estaban terminando. El más jovencito estaba reclinado sobre el pecho de Jesús.
Ahora sigo sirviendo en casa de María y Juan Marcos. Muchas cosas han cambiado. Me tratan distinto, y para mí servir es una alegría. Y también estoy aprendiendo a hacerme valer: ahora sé que soy una hija de Dios, que no me pueden maltratar porque sí. No me voy a olvidar nunca: el mismo Jesús una noche hizo mi trabajo, se puso en mi lugar…, para que yo pueda estar en el lugar de él.

 

Esa es mi verdadera pureza, la que nunca me podrán arrancar. “El que me recibe a mí, recibe al que me envió”, decía Jesús esa noche… Qué me cuenta, ahora soy Rode, la sirvienta, la que viene en nombre de Dios”.

 

+ Canción: En momentos así (433) – Santa Cena

 

+ Al ingresar hoy cada uno hoy recibió un corazón de tela, no fueron comprados ni confeccionados por una máquina en serie, no vamos a encontrar dos exactamente iguales.

 

Son diferentes en tamaños, texturas, colores, trama, olor, cada uno fue buscado y recortado como único. Reflejan nuestros propios corazones seguramente, tan cambiantes como nosotros mismos. También vimos algunos desparramados por las veredas y lugares de la Iglesia. Nos recuerdan que Jesús nos enseñó a entregar el corazón, no en palabras, sino en acción. NO solo dentro de la iglesia física, sino saliendo a las calles…

 

+ Los invitamos a llevar los corazones y seguir pensando
¿Qué tengo yo en mi corazón que entrego, al servicio, para que el otro esté acompañado en su camino?

 

Jesús, vos rasgaste tu corazón por cada uno de nosotros, lo repartiste en mil pedacitos. Hoy entregamos los nuestros, asi de sinceros y tal cual somos. Por vos y por nuestro hermano. En la esperanza que cuando se me vuelvan a ensuciar mis pies, encuentre un hermano que me los lave y seré yo quien en tu nombre pueda lavar muchos más. Amen.

 

+Compartimos algunos Anuncios:

 

– Oramos
Jesús, oramos por los corazones que aún permanecen cerrados a tu paso. Jesús, oramos por los corazones rígidos, aquellos a los que les cuesta agacharse. Jesús, oramos por los corazones que aún siendo hilachas intentan ser sostén en el camino.
Jesús, oramos por los corazones de cada pequeño hoy aquí, de los que aún no se pudieron acercar, que podamos aprender de su sinceridad, de su bullicio contagioso.
Jesús, oramos por las familias de estos niños, que tengan sigan teniendo el compromiso de acercarlos en cada encuentro.
Jesús, oramos por los jóvenes, que puedan encontrar en la comunidad un espacio de sostén, de hacer, de proponer, aceptando sus ideas reformadoras a tu servicio.
Jesús, oramos por los corazones de los adultos mayores, que están llenos de cicatrices, por esos que nos enseñaron con tanto amor, por su fe inquebrantable.
Jesús, oramos por los corazones solitarios, que puedan encontrar refugio en tu palabra y acción en nosotros.
Jesús, oramos por los corazones de los Ministros de nuestra iglesia, que puedan encontrar siempre palabras correctas de consuelo y aliento. Que los puedas sostener en los cuestionamientos vanos.
Jesús, oramos por los corazones de tu iglesia, por los que se unen en comunidad y los que se alejan. Por los que tienen responsabilidades en comisiones dales la sabiduría necesaria para cada decisión.
Jesús, oramos por los corazones de todas tus obras diaconicas acá en la tierra, por sus dirigentes, que cada mañana puedan volver a tomar el agua y la toalla, para salir al encuentro. Jesús, oramos por los corazones de cada argentino, de cada cristiano, de cada ser de vida, para que en su lugar encuentre un caminar más acompañado.
Todos lo demás, te lo pedimos con la oración que vos mismo nos enseñaste diciendo: Padrenuestros que…..

 

-Canto:

 

+Bendición conjunta. (Canción con gestos)

 

Dios te Bendiga (Cabeza)
Dios te proteja (Hombros)
Dios te de la Paz (Abrazo D)
Dios te de la Paz (Abrazo I)

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