No hagan que se ponga triste el Espíritu Santo de Dios, que es como un sello de identidad que Dios puso en ustedes, para reconocerlos cuando llegue el día en que para siempre serán liberados del pecado.
Efesios 4,30

Todos poseemos un documento de identificación que cualquier autoridad puede verificar para conocer nuestra identidad. De manera similar, cuando somos sellados por el Espíritu Santo, nos identificamos ante el mundo mediante una señal que llevamos en nosotros: el bautismo. A través de la fe, recibimos el regalo de la salvación.
Ustedes no pueden imaginar lo que el Espíritu Santo hace en nuestras vidas: nos brinda fuerzas en momentos de debilidad, nos llena de alegría en medio de la tristeza y nos anima a continuar nuestro camino. Justo cuando decimos “¡Señor, no puedo más!” es cuando Él actúa en nosotros y nos fortalece.
Así como el viento a veces sopla suavemente y otras veces con gran fuerza, así actúa en nosotros. Podemos experimentar en nuestra vida tanto fortaleza como la paz que proviene del perdón. Alegrémonos en el Espíritu, ya que recibimos de Dios nuestra identidad como salvados en la sangre de Cristo.
Dios nos ama profundamente, tanto que nos ha sellado para protegernos de todo mal. Y cuando lleguemos a su presencia, podremos ser recibidos en su gloria.
Si no lo buscamos, entonces lo haremos sentir triste, porque no desea que ninguno de nosotros se pierda, sino que todos tengan vida eterna.
Si nos encontramos en un estado de enojo y tristeza, expresando gritos e insultos hacia nuestros seres queridos, es crucial reflexionar. Es el momento de transformar nuestra conducta y buscar una mejora. Aquellos que han sido tocados por el Espíritu Santo en sus vidas manifiestan amabilidad, comprensión, disposición a perdonar y la voluntad de brindar ayuda. ¿Eres uno de ellos?

Wirlene Schmechel

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