Cuando ya no había esperanza, Abraham creyó y tuvo esperanza.
Romanos 4,17-25

“La esperanza es viento que germina en la cruz de América Latina. La esperanza son tus manos puras, alas rotas conquistando altura, levantando una canción”, reza la canción N°240 del Himnario Canto y Fe, compuesta por Guido Bello y Pablo Sosa. A través de este maravilloso tango nos invitan a algunas imágenes y escenarios esperanzadores.
Les invito a sentir esas primeras imágenes y colores que se nos aparecen cuando nombramos a la esperanza ¿qué les resuena?
Ahora, imaginemos esa esperanza, esa promesa que había recibido Abraham por medio de su fe, y de qué forma eso lo ha guiado a lo largo de su vida, y así, con fortaleza, fue alabando a Dios, convencido del poder de Dios para cumplir con lo prometido. Abraham creyó, incluso sin tener algo que ofrecer a cambio, por ello, al estar ahuecado, con las manos vacías, confió, aceptó la promesa independientemente de sus propios méritos.
¿Esto modificó la vida de Abraham? Claro que sí, su esperanza, su fe no fue de espera pasiva, sino que trajo a su vida consecuencias radicales, como lo es creer y ponerse en movimiento.
También nuestra esperanza implica tener coraje y confiar, aunque esa promesa divina nos parezca a veces ilógica.
Oremos: Dios creador de vida, en vos creemos y confiamos. Danos más fe, fortalece nuestra esperanza, tal como lo hiciste a lo largo y a lo ancho de la historia de la salvación, con nuestras ancestras y ancestros, con cada persona que ha dado y da testimonio de tu vida, muerte y resurrección. Amén.

Paula Fogel

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