Somos compañeros de trabajo al servicio de Dios, y ustedes son un sembrado y una construcción que pertenece a Dios.
1 Corintios 3,9

La obra de Dios está en ejecución en el mundo y sus planes no son siempre semejantes a los nuestros, y esto suele traernos conflictos con nuestra propia fe. Seguramente, conocemos a personas, con diferentes dones, a las cuales Dios está usando para el bien del prójimo; y sin embargo, como en el fútbol -o sea, con poco rigor y mucha pasión- opinamos sobre tal o cual y sobre sus circunstancias de vida. Cegados por nuestra naturaleza “carnal”, solemos analizar a las personas en busca de “ese defecto” que las desacredite.
El apóstol Pablo nos recuerda en este texto, que todos los creyentes somos colaboradores de Dios, seamos clérigos o laicos; en nuestras familias, en nuestros lugares de trabajo, en nuestras comunidades; cada cual según su dones y profesión. El mandato del evangelio nos concierne a todos. Las tareas son diversas, el Espíritu Santo es quien guía y dirige la obra, y tal como el apóstol advierte que “ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que da el crecimiento”.
Como creyentes somos invitados e invitadas a construir sobre el fundamento de Jesucristo, a ocuparnos de las necesidades propias y de nuestro prójimo. También debemos alentar a nuestros hermanos y hermanas a tomar parte en esta obra, y con nuestro trabajo, solo dar gloria a Dios.
No basta solo una mano / si vamos a construir / una iglesia de testigos / que anuncie a Cristo, sí. / Vamos juntos de la mano / que solo no puedes ir. (Canto y Fe Nº 304)

Wagner Gabriel Enrique
1 Corintios 3,5-9

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