Más tarde, al pasar por un sitio donde había agua, el etíope dijo: “Aquí hay agua; ¿hay algún inconveniente para que yo sea bautizado?”

Hechos 8,36

Es muy interesante saber la etimología o el significado de las palabras, pero especialmente de los nombres y apellidos. En éstos últimos, hay una gran parte que define la identidad, con el significado del apellido, uno puede aprender mucho de la persona. Algunas refieren a “hijo de”, otros a alguna profesión u oficio, otros a un lugar geográfico, y así podemos continuar.

Saber quién soy, de dónde soy son las cuestiones básicas e importantes que toda persona tiene como herramienta de su identidad, y para ello, su pertenencia a un lugar o grupo determinado. Todos nosotros pertenecemos a algún espacio que nos da identidad: una ciudad, un país, un establecimiento educativo que nos formó, una institución y así podemos seguir. Esta identidad nos marca en lo más profundo y nos acompaña toda la vida.

Este funcionario etíope quería conocer de la religión judía y Felipe le mostró el camino de la salvación, por lo que quiso ser bautizado y luego pudo llevar la buena noticia a su región.

Con nuestro bautismo, nosotros pasamos a ser hijos de Dios, parte de su pueblo. Eso nos da identidad única y pertenencia al pueblo de Dios. Pero muchas veces queremos actuar como Dios nos pide, pero nos falta la fe.

Hemos recibido la fe mediante el bautismo, eso nos da identidad; pero a esa fe hay que alimentarla constantemente con la palabra de Dios, expresada en la Biblia y vivida en comunidad.

Es más fácil ser cristiano si participamos en los espacios comunitarios que nos nutren y fortalecen, es por ello que en la Iglesia de Cristo podemos encontrarnos y sentirnos parte del maravilloso pueblo de Dios. Él nos invita y nos espera. Amén.

Rubén Mohr

Hechos 8,26-40

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