Después me dijo: “Ya está hecho. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tenga sed le daré a beber del manantial del agua de la vida, sin que le cueste nada”.
Apocalipsis 21,6

El versículo elegido me parce una bellísima promesa. La verdadera fuente de la eterna juventud; y no hay que salir a buscarla, Dios la pondrá ante nosotros. Lo que tenemos que hacer es vivir esta vida de tal manera que nos asegure un lugar en la otra.
Desde la antigüedad, la gente ha querido ser longeva. Hoy en día, parecer joven ejerce gran peso social, sobre todo entre las mujeres. “juventud” y “belleza” son sinónimos. Condicionados por la cultura que nos rodea, nosotros podemos caer también en la tentación de entrar en pánico cuando asoman las primeras arrugas. En la tierra nueva, la edad no será un factor; las arrugas no serán una preocupa- ción; la muerte nunca se sentirá como algo cercano; no tendremos fecha de caducidad. La eterna juventud no es posible, así que para qué frustrarnos con algo no factible. El enfoque debe ser buscar la manera de envejecer con sentido de propósito, con pasión por la vida, con una misión, rodeados de personas que queremos, con de- seos de ayudar a los demás con sus dificultades, ayudar a restablecer la confianza en sí mismos y en Dios. Lo físico pasa a un segundo plano para dar lugar a lo espiritual, a vivir como Dios quiere que vivamos y saciando nuestra sed con su Palabra.
Que el Señor se haga presente en sus vidas, en sus hogares y en sus parroquias, hoy y siempre. Amén.
En la Biblia hallamos / manantial de vida, / fuente que ilumina, / que da alimento, / tu Palabra llama / al que está en tinieblas, / y al ser predicada / no vuelve vacía. (Canto y Fe N° 432)

Clara Meierhold

Apocalipsis 21,1-8

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