Por lo tanto, todos nosotros, que miramos la gloria del Señor a cara descubierta, como en un espejo, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
2 Corintios 3,18
Muchos se preguntan: ¿Cómo y dónde puedo ver a Dios?
El apóstol Pablo nos dice en la carta a los Corintios, que mediante Jesucristo Dios ha realizado un nuevo pacto, y que nos ha re-ligado, es decir, unido nuevamente junto a él.
En este nuevo pacto podemos ver la gloria de Dios, ese Dios lejano que el pueblo de Israel no podía ver por la dureza de sus mentes y corazones, ahora se nos hizo un Dios cercano por medio de Jesucristo.
En este tiempo somos llamados a poder ver a ese Dios que se nos revela en la lectura de la Palabra, en la oración, que se nos hace presente cada domingo en el culto, cuando cantamos y lo alabamos, un Dios que se muestra en las reuniones de la congregación.
Vivamos todo lo mencionado anteriormente, para tener una espiritualidad profunda, que convierta nuestra mirada, que ablande nuestros corazones y mentes, para ver cómo Jesús se nos hace presente mucho más de lo que nosotros creemos.
Descubramos a un Jesús que está dentro y fuera de nuestros templos, que se nos revela y nos habla en el rostro de los necesitados, de los sufrientes, de aquellos que están padeciendo la violencia de una sociedad que margina y expulsa al débil. Un Jesús que nos muestra su rostro y gloria cuando nos hacemos presentes para acompañar y sostener la cruz que llevan nuestros hermanos y hermanas.
Sólo entonces podremos contestar nuestra pregunta inicial.
Javier Gross
2 Corintios 3,12-18