Ustedes no son sus propios dueños, porque Dios los ha comprado.
1 Corintios 6,19. 20

Pablo está lidiando con los Corintios y abordando temas como la prostitución, afirmando que el cuerpo no debe ser utilizado para satisfacción personal, sino para la gloria de Dios, ya que es el templo del Espíritu. Nos hace ver que la forma en que cuidamos nuestro cuerpo refleja nuestra relación con Dios.
Quizá la actual «idolatría al cuerpo», expresada en la obsesión por el gimnasio, las cirugías estéticas (algunas justificables, pero otras solo para lucir mejor), los adornos y maquillajes, y la creencia de poder disponer libremente de lo que se gesta en nuestro cuerpo, así como el cuidado (o desatención) de lo que ingerimos, tenga algo que ver con esto.
Si el cuerpo es el templo del espíritu, debemos preocuparnos por él, así como nos preocupamos por embellecer nuestras iglesias y parroquias.
Pero atención. Pablo enfatiza que esta preocupación por el cuerpo (y junto con él, las acciones de nuestra vida) es para agradar a Dios, ya que al unirnos a Cristo como cristianos, le pertenecemos a Él y ya no somos dueños de nuestro cuerpo.
¿Puedo hacer lo que quiera con mi cuerpo? Parafraseando a San Agustín, él diría que, mientras sea para la gloria y el amor de Dios, sí. De lo contrario, sería mejor que evites ciertas acciones, y esa también sería una forma de alabar a Dios.

Pablo Münter

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print