Ustedes reconocerán que yo, el Señor su Dios, vivo en Sión, mi santo monte.
Joel 3,17
Dios proclama que vivirá entre nosotros. ¿Estamos preparados para convivir tan cerca de él cada día de nuestra vida?
Siempre se menciona que la convivencia es difícil, las parejas tienen que adaptarse el uno al otro, y es común que amigos que comparten una vivienda terminen peleándose.
Quien ha sido empleado alguna vez en su vida sabe la diferencia entre trabajar sin que el jefe nos controle permanentemente y la presión que sentimos cuando él se acerca a nuestro puesto de trabajo para observar cómo lo hacemos. Instintivamente, somos más rápidos, más decididos y, particularmente, queremos hacerlo todo bien, sin errores.
En las profecías de Joel podemos ver a un Dios justo, que ama al pecador pero también lo castiga; que advierte con profecías y llama al arrepentimiento; que defiende a su pueblo, a su iglesia; un Dios que le da su Espíritu a quienes le aman y que cumplirá su palabra y reinará para siempre.
No esperemos que la profecía se cumpla para reaccionar como “buenos trabajadores cristianos”.
Una chica de veinte años le regaló las Lecturas Diarias a una compañera de trabajo; una vecina conversó con una desconocida en la puerta del sanatorio y la consoló; un grupo de jóvenes evitaron que su amigo se hundiera en las drogas. No importa la historia, lo que importa es que se involucraron desde la fe, la obediencia a mandatos de Jesucristo.
Miles de historias se inician en un momento único, en que Dios nos observa para ver qué vamos a hacer: – dejar la religión sólo para el domingo o ser cada día “cristianos trabajadores”.
Gabriela A. García Feege – Janecki
Joel 3, 17-21