¡El que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias! A los que salgan vencedores les daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios.

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Apocalipsis 2,7

Aprender a escuchar es tal vez una de las tareas más difíciles del ser humano, así lo pareciera. Alguna vez escuchamos la frase “Dios nos dio dos oídos y una boca” para escuchar más que hablar.

El proceso de escuchar es sumamente importante, sobre todo en nuestro contexto en que hasta nos es incómodo hacerlo. No hace mucho experimentamos, en el grupo de damas de la iglesia, la sensación de escuchar. El ejercicio era simple, escuchar. Incluso invitamos a cerrar los ojos, de tal manera que pudiera ser más sencillo el ejercicio.

Fue algo sorprendente descubrir que a medida que pasaban los segundos nuestros oídos se iban agudizando y comenzábamos a escuchar las aves que volaban en el lugar, los ruidos de los árboles, incluso el crujir de las chapas del techo que se dilataban con el sol de la tarde. Todo eso en pocos minutos.

¿Te animas a hacerlo? Sólo unos minutos para descubrirlo.

El texto del Apocalipsis nos invita a que como iglesia podamos hacer un silencio, para escuchar a Dios. Como iglesia cristiana es importante que nuestros oídos estén dispuestos a escuchar y saber interpretar aquello que se nos revela, historias de vida de muchísimas personas que necesitan de nuestra atención, como sacerdotes al servicio de Dios. Porque luego de escuchar, surge la posibilidad de pensar de forma comunitaria las búsquedas de los caminos para servir a Dios.

Carlos Kozel

Apocalipsis 2,1-7

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