La bendición del Señor es riqueza que no trae dolores consigo.
Proverbios 10,22
Si eso fuera así, todos deberíamos creer en Dios, sin vueltas y sin temores. – ¡Pero…!
¿Por qué sucede que, de vez en cuando, tememos entregarle a Dios todas las llaves de nuestra vida? Es como aquel que hace limpieza en su casa y se deshace de todo lo que no es limpio ni bueno delante de Dios…, pero en un cajoncito de la cómoda tiene revistas pornográficas, o directamente las mira en internet. Él sabe que no está limpio y que puede pedir a Dios que lo limpie de esas cosas…, pero…, no se anima.
¿Tiene miedo de que Dios vendría a estar muy cerca, demasiado cerca de él?
¿Teme que Dios le controle todo lo que hace y deja de hacer si se entrega totalmente?
La bendición de Dios no “aplasta” a nadie. Libera del temor, del miedo de Dios, porque nos guía por caminos nuevos, nos da nuevo empuje… ¡pero…!
¡Sí! Dios también tiene sus ¡PEROS!
- Tenés que pedirle que él se haga cargo de guiarte. Simplemente pedile con tus palabras, por ejemplo: “Librame, querido Dios, de todo lo que te molesta en mí. Dame valor para que no tenga miedo de tu inter-vención en mi vida. Bendecime para que cada día pida nuevamente tu ayuda para poder recibir tu amor.”
- Este amor es la base del evangelio de Jesucristo. Por eso el cris-tianismo no se puede imponer a la fuerza, ni a los golpes o cosa se-mejante. Cristo quiere que nos decidamos en total libertad a creerle y pedirle que haga de nuestra vida algo valioso y lleno de alegría.
Es por eso que hay tantos cristianos que viven felices de pertenecer a Cristo porque les regala libertad de decidir y hacer, porque hacia eso él nos guía. ¡Amén!
Winfried Kaufmann
Proverbios 10,22-32