Sábado 15 de marzo

 

Por eso, mis queridos hermanos, a quienes tanto deseo ver; ustedes, amados míos, que son mi alegría y mi premio, sigan así, firmes en el Señor.

 

Filipenses 4,1

 

Según el escrito en cuestión, en Filipos había una parte de la comunidad que vivía dando testimonio de Jesús de tal manera que Pablo, quien les había llevado la Buena Nueva, se sentía orgulloso de ellos.
No era nada fácil para la cristiandad en tiempos primitivos dar testimonio del Señor, así como no lo es hoy en espacios muy hostiles hacia la fe cristiana. Se requiere convicción y templanza, y a menudo se pone en juego la vida misma.
Quizás esto nos resulte lejano, ya que estamos acostumbrados a la seguridad en la práctica de nuestra fe. Contamos con templos, comunidades y leyes que regulan todo. Incluso tenemos un día dedicado para adorar al Señor y días libres según nuestras creencias para celebrar. No enfrentamos riesgos ni peligros; lo más que experimentamos es alguna discusión teológica con el vecino de enfrente… pero eso es todo.
Pero Pablo está contento y lleno de gozo. Aunque el mérito es siempre del Señor, a todos nos gusta mirar hacia atrás y ver que algunas de las semillas sembradas han dado buen fruto. Sin darnos cuenta, todos los días hacemos un balance de los pasos que hemos dado. Esto se acentúa cuando concluimos un proyecto, y aún más cuando la vejez nos alcanza y revisamos nuestro recorrido, recordando viejas historias y personas que conocimos. Con el favor de Dios, y solo con Él, estas personas pudieron dar buenos frutos.
Agradecemos haber podido ser una herramienta, o al menos una de las herramientas, que lo ha hecho posible.
Pablo se sintió recompensado por su esfuerzo. Sentirse premiado por Dios no es pecado; es una bendición y una fuente de fuerza para dar otro paso, y otro, y otro más…

 

Norberto Rasch

Compartir!

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Email
Print