Sábado 16 de noviembre

Por lo tanto, si nuestros pecados han sido perdonados, ya no es necesario darle a Dios más ofrendas para que nos perdone

Hebreos 10,18

Cuando asistimos al culto los domingos, generalmente incluimos una oración de confesión. En esta oración, que puede ser pronunciada por el pastor, la pastora o la comunidad en su conjunto, pedimos a Dios que perdone nuestras faltas y pecados. Cada persona es invitada a reflexionar con honestidad en su intimidad y a presentarse ante Dios. Luego, el o la oficiante anuncia que Dios escucha esta petición y que, por su gracia, podemos saber que hay perdón.
Es decir, que nuestra relación y presencia divina en nuestra vida han sido restauradas. Dios espera, como un padre que ama a sus hijos, que cada uno que se confiesa tenga la disposición de cambiar y reorientar su vida. Para esto, nos asegura Su presencia y acompañamiento. No es necesario hacer nada más. No podemos ‘comprar’ o ‘forzar’ el amor de Dios en Jesucristo. Están equivocados quienes creen que la gracia de Dios será mayor si su sádiva es muy grande.
Sin embargo, durante la celebración, también se recoge una ofrenda, que suele ser en forma de dinero. Esto ocurre después de haber confesado y recibido el anuncio del perdón. Esta ofrenda representa nuestro agradecimiento por estar en paz. Con alegría, ofrecemos esta ofrenda como un apoyo económico a la iglesia de la que participamos.
Cuando la Biblia dice: “No se olviden de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen, porque esos son los sacrificios que agradan a Dios” (Hebreos 13,16), nos invita a participar con entusiasmo en apoyar las obras de amor hacia el prójimo y en el mantenimiento de los edificios de la iglesia.
Oremos: Te doy gracias, oh Jesús, porque puedo estar seguro de tu perdón y sé que en tu amor renuevas mis fuerzas. Amén.

Bruno O. Knoblauch

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