Sábado Santo
Así pues, José y Nicodemo tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas empapadas en aquel perfume, según la costumbre que siguen los judíos para enterrar a los muertos.
Juan 19,40
El Sábado Santo es un día de silencio, de espera y de reflexión. En el texto de Juan 19,38-42, vemos a José de Arimatea y a Nicodemo, dos hombres que habían seguido a Jesús en secreto, ahora saliendo a la luz para cuidar de su cuerpo después de la crucifixión. El texto nos muestra un gesto de amor y cuidado como respuesta de fe de dos hombres que fueron tocados y transformados por Jesús.
En este día, les invito a meditar sobre el impacto de la muerte de Jesús en nuestras propias vidas y en nuestro discipulado: ¿Cómo nos ha transformado? ¿Cómo hemos respondido a este amor de Cristo revelado en la cruz? Al igual que José de Arimatea y Nicodemo, ¿estamos dispuestos/as a salir a la luz y dar testimonio de nuestro amor por Jesús?
El pasaje nos dice que, aunque Jesús estaba muerto, la historia no había terminado. El sepulcro era nuevo, “en el cual nadie aún había sido puesto” (v. 41). Esto indica que un nuevo comienzo está por venir. Así que, aunque el Sábado Santo es un día triste, de espera y de reflexión, también es un día que nos invita a la esperanza.
Que este Sábado Santo sea un día para que, en silencio y en profunda reflexión, podamos prepararnos en la esperanza de celebrar mañana la resurrección de nuestro Señor. Que sea un día de transformación y preparación para recibir lo nuevo que nos trae el Domingo de Pascua.
En las palabras de Federico Pagura: “Porque él entró en el mundo y en la historia; porque quebró el silencio y la agonía… tenemos esperanza”. Amén.
Izani Bruch