Los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables.
Romanos 11,29
Lo irrevocable es aquello que ya no tiene marcha atrás. Queda así para siempre.
¡Es bueno saber que los dones que Dios nos concedió y su llamado son permanentes!
Nuestro Señor no se cansa de invitarnos a compartir aquello que nos dio gratuitamente.
Debiésemos reflexionar con frecuencia acerca de nuestros dones. ¿Los hemos descubierto? ¿Los estamos compartiendo con los demás?
Para saber si estamos en camino, es importante recordar lo que el Espíritu Santo produce en nuestras vidas, cuando vivimos acorde a lo que nos fue regalado. Esto es: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. (Gálatas 5,22)
Podríamos decir que todo se resume en el mandamiento del amor, porque donde hay amor prevalecen cada una de estas cosas.
A veces, por nuestras obligaciones u otras circunstancias, nos olvidamos de dar gracias por todo lo que recibimos gratuitamente de manos del Señor. Muchos acontecimientos de nuestra vida los vemos como algo natural y les quitamos relevancia.
Lo significativo es saber que estamos a tiempo, porque nuestro buen Dios no se cansa de llamarnos y nos espera siempre con los brazos abiertos para ofrecernos su gracia.
Pidámosle con fe que nos ayude a transitar el camino de nuestra vida compartiendo aquello que gratuitamente él nos concedió.
“La fuerza que hace hoy brotar la vida obra en nosotros dándonos su gracia; es Dios que nos convida a trabajar, su amor repartir y las fuerzas juntar. Por eso ¡ven, entra a la rueda con todos! También tú eres muy importante. Por eso ¡ven, entra a la rueda con todos! También tú eres muy importante, ¡ven!”. (Canto y Fe Nro. 269)
Romanos 11,29-32
Deborah Verónica Cirigliano Heffel