Pedro los hizo entrar y les dio alojamiento. Al día siguiente se puso en camino con ellos.

Hechos 10,24-25a (Biblia del Peregrino)

Eso nos remite a nosotros mismos, como interpelados en esto de abrir las puertas, a dar alojamiento a quien, por intermedio de tantos mediadores, tantos ángeles se allegan, sin ellos evidentes, mas ciertamente alguien lo hubo dirigido a nuestra puerta. Y es donde nos cabe interpretar nuestro lugar frente a la demanda.

¿Desde dónde hubo surgido, que no virtual, sino con todo su bagaje, seguramente más cargado de tinieblas que las sucesivas circunstancias en las que se viera envuelto, le fueron surcando la esperanza, agrietando las certezas, y aminorando la estima? Sin buscar victimarios, ni descargar suspiros ante la recurrencia de quienes a la puerta, sólo viendo en quien desahuciado te participa de su dolor. Poniéndote en sus sandalias, qué tal nos sentaría a nosotros, estar a la puerta, en esas circunstancias.

Y más luego, ponerse en camino con él, con tantas demandas irresueltas, con tantos duelos padecidos, tantos fracasos…

O acaso salimos a su encuentro, no digo ya echándonos a sus pies, sino tal como Dios nos ha llamado a no discriminar, como tantas ocasiones nos encuentra con un desdén…

De no, a qué nos anuncia la buena noticia de la Paz, encargándonos predicar el testimonio de Su Vida entregada, y no al estilo relato, sino compartiendo así nuestra vida, con el brío y la fortaleza que nos infunde el Espíritu, aun en este mundo tan caótico.

Padre amado, Tú que nos dieras a Tu Hijo, por nuestra Liberación y nuestra Salvación, que ella nos lleve a vivirla más allá de las circunstancias. Por Tu Hijo. Amén.

Ana Oxenford

Hechos 10,24-48

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