… Vayan ustedes; miren que los envío como corderos en medio de lobos…
Lucas 10,3
Meditando sobre la misión, con sus alegrías y tristezas, el evangelio lucano recupera una potente imagen que tiene por lo menos dos aspectos dignos de resaltarse: los misioneros cristianos estarán indefensos, expuestos ante la hostilidad de otras personas; por otra parte, la misión encomendada inicia un nuevo tiempo de justicia, paz, sanación y reconciliación en el que el cordero se recostará junto al lobo conforme a la profecía (cf. Isaías 11,6; 65,25).
Quizás no haya especies más distintas entre sí que lobos y corderos. Inexorablemente los primeros se devoran a los segundos. Sin embargo, cuando Jesús envía a sus discípulos diciendo esto procura fortalecerlos, consolarlos para que sepan esperar y no temer los males que pudieran acontecer. Pero el buen Pastor no quiere que su rebaño tema a los lobos. Por tanto, estos discípulos no fueron enviados como presa, sino a extender la gracia; pues la solicitud del buen Pastor hace que los lobos nada puedan emprender contra los corderos (San Ambrosio de Milán 339-397 d.C.). Así como Jesús se encontró con la hostilidad y el rechazo, de igual modo ocurrirá con sus enviados. No obstante éstos, por la virtud de quien los envía, recibirán poder y le serán testigos hasta los últimos rincones de la tierra logrando así que sus enemigos dejen sus malos caminos y se vuelvan a Él.
Dios bueno que amas a la humanidad, en tu gracia ayúdanos a que con nuestro testimonio cotidiano podamos cambiar esta sociedad de seres humanos lobos de otros seres humanos en un lugar donde todo ser humano sea sagrado para otro ser humano. Amén.
Miguel A. Ponsati
Lucas 10,1-16