Anímense, pues, unos a otros con estas palabras.
1 Tesalonicenses 4,18
Con esta frase Pablo termina la sección en que toca el tema de la muerte. Es cierto que en nuestra realidad lo que más desanima, lo que quita la esperanza y no nos deja mirar hacia adelante es la muerte. Pareciera que la muerte con su espíritu desalentador estuviera cada vez más presente entre nosotros. El cáncer que troncha vidas en plena juventud, accidentes cardiovasculares en hombres de menos de cuarenta años o accidentes de tránsitos absurdos y totalmente evitables que repentinamente nos llevan de en medio de nosotros vidas llenas de ilusiones. Nos queda, entonces, esa sensación de vacío, de sinsentido, con la esperanza rota y ese desánimo difícil de remontar.
Pablo no le esquiva al tema, lo toca y desarrolla con su visión clara y sus palabras tan simples. Anima a los tesalonicenses a poner una pizca de esperanza en el tema de la muerte. Parte del absoluto de que creemos que Jesucristo resucitó, que Dios en el domingo de Pascua apostó a la vida, y no a la muerte como lo plantearon Pilato y sus secuaces.
Incentiva a la comunidad de Tesalónica y hoy a nosotros que en situaciones donde nos toca la muerte no nos quedemos solos. Tampoco dejemos solos a los que están pasando por el momento difícil. Acompañémonos, estemos presentes como personas y como comunidad. El sentido del ritual, del sepelio no es otro que el de estar presentes, como iglesia, para animarnos unos a otros con la palabra de esperanza…
Tengamos la certeza de que no todo se termina con la muerte. Pongamos la mirada en la esperanza y en Jesucristo, el motor de todos los cristianos ante la muerte.
Waldemar von Hof
1 Tesalonicenses 4,13-18