¿Pero cómo puede el Mesías descender de David, si David mismo lo llama Señor?”

Marcos 12,37

Jesús hace una pregunta en relación con lo que en su tiempo se creía acerca del Hijo de David. En el Israel de aquellos últimos siglos una antigua tradición se había ido desarrollando como esperanza mesiánica: la espera por un Mesías rey ideal del linaje de David que vendría para liberar al pueblo de Dios de su sometimiento.

Luego de leer el Salmo 110,1 con una simple pregunta Jesús les da a entender a quienes lo oyen que el Mesías es mucho más que un simple descendiente de David, un mero ser humano, pues su origen es más alto que el mismo David. En lo humano el Mesías efectivamente es descendiente de David pero reviste un carácter que va más allá de los vínculos de parentesco y nacionalidad que tiene con David.

Quizás corrigiendo ciertas expectativas incorrectas, Jesucristo se está revelando como el Mesías de la nueva alianza. ¿En qué sentido es Jesús Mesías?

Lo es en un sentido particular y distinto del esperado: es el Mesías Hijo de Dios (Salmo 2,7: ‘tú eres mi hijo’), distinto justamente al Mesías hijo de David, es decir, no es un rey guerrero o violento. Es más bien el hijo amado en quien Dios se complace, que da su vida por los demás (para esto fue ungido Mesías) y ha recibido del Padre el Espíritu y lo envía a sus discípulos y discípulas empoderándolos para continuar la misión que él comenzó…

Querido Jesús, ayúdanos a enfocarnos en la verdad de tus promesas más que en nuestros deseos engañosos, pues tú eres nuestro Señor y Dios. Amén.

Miguel Ponsati

Marcos 12,35-37

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