Por medio de él Dios reconcilió a todo el universo ordenándolo hacia él, tanto lo que está en la tierra como lo que está en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que Cristo derramó en la cruz.

Colosenses 1,20

Hay muchas cosas por las que estoy agradecida a Dios y a la vida misma. Una de ellas es la posibilidad que me brinda la tarea pastoral de conocer a tantas y diferentes personas: sus nombres, tu rostro, tu historia, sufrimientos, alegrías, caminos que nos unen, y circunstancias que nos separan…

Anteriormente, el Apóstol Pablo resaltó el amor verdadero, fraterno, de servicio, que estos cristianos y cristianas se tenían entre ellos. En esta parte de la Carta a los Colosenses él les presenta “quién es Cristo”. A través de sus palabras, que son como un himno, los invita a poder hacerlas visibles aquí, en la Tierra. Es decir, el cuerpo de Cristo está aquí entre nosotros a través de las comunidades cristianas.

Pero más aún, Pablo insiste en mostrarnos cómo en Cristo se produce la reconciliación de todo lo creado. Cómo nos enriquece desde lo más profundo poder conocernos. Y digo conocernos a nosotros mismos y abrirnos a la posibilidad de conocer a otros, a otras… ¡Conocer a Cristo! Éste es el camino que nos propone la fe, poder ser parte de un cuerpo, de una comunidad, de una iglesia, de una realidad donde Cristo sigue obrando a través de su reconciliación.

Poder tenernos amor, reconciliarnos, ordenarnos, tener paz… Que al comenzar este día podamos unirnos en oración y pedir juntos, juntas:

Obra en mí Jesús, ayúdame a conocerte más y más, a descubrirte en mí y en quienes me rodean. Ayúdame a hacerte visible; que tu paz habite en nuestros corazones, ahora y siempre. Amén.

Marisa Hunzicker

Colosenses 1,15-20

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