El ángel entró en donde ella estaba y le dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor está contigo.
Lucas 1,28

En las últimas décadas, en el mundo occidental, hubo importantes avances con la aprobación de numerosas leyes que otorgan mayores derechos a la niñez y a las mujeres. En hora buena que así sea. Esto ha significado que muchas sociedades han realizado importantes cambios y avances en las relaciones entre las personas. Pero asimismo, también veo en algunas sociedades, que más allá de la moderna legislación proclamada, en su implementación, estos derechos se encuentran muy lejos de ser una realidad cotidiana.
Se puede ver con espanto cómo se sigue victimizando a mujeres y niños con argumentos que parecen sacados de arcas medievales más que de una mente abierta a la luz del evangelio. Y de este complejo engranaje de victimización lamentablemente son partícipes muchos actores que, moral y éticamente, deberían intervenir justamente en defensa de las mismas, ya sea en ámbitos educativos, sociales, judiciales y eclesiásticos. Es como que en pleno siglo 21 se siguiera legitimando la esclavitud. Es evidente que aún falta mucho por hacer.
En ese contexto de marginalidad se encontraba María, por su condición de pobre, por su condición de mujer y por su condición de niña. Sin embargo, Dios decide elegirla y magnificarla como instrumento para concebir, nada más ni nada menos, que al Salvador de la humanidad. Pareciera que 21 siglos después muchos no comprendieran que para Dios y para Jesús, cada mujer, cada niña es muy importante para Él. Y ellas lo comprendieron muy bien, porque muchas mujeres siguen siendo quienes dan el testimonio y la proclamación llevando la buena noticia por todas partes, y son quienes sostienen en gran parte la tarea misionera de nuestras comunidades.
Que este gran ejemplo de María sirva de motivador para que en este 23 de diciembre vos también puedas decir: ¡quiero servir al Señor!, y además, concretarlo en los hechos.

Rubén Mohr

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