Yo soy el alfa y la omega, dice el Señor, el Dios todopoderoso, el que es, que era y ha de venir.
Apocalipsis 1,8
Suele suceder que al enfrentarnos a situaciones complicadas decimos: “Hay que encontrar la punta del ovillo”. Esto significa que para intentar resolver algo, es importante descubrir dónde se origina todo. Encontrar la punta del ovillo ayudará a desenmarañar los hechos, comprenderlos y, sobre todo, no dejarse abrumar por ellos.
Las comunidades cristianas del siglo I se encontraban expuestas y atrapadas en medio de una gran violencia. En ese momento, el emperador romano era Domiciano (81-96 d.C), quien se consideraba una divinidad y exigía culto de adoración. Por supuesto, aquellos que se negaban a cumplir con esta demanda automáticamente se convertían en objetivos de persecución. Ante esta situación, no faltaron quienes se preguntaron: ¿Vale la pena sufrir por hacer lo correcto? ¿Qué sentido tiene? La vida de las comunidades cristianas se enredaba en estos pensamientos y no siempre estaba claro qué camino seguir.
¿Reconocemos este sentimiento? Seguramente que sí… Puede ser que en más de una ocasión nos hemos encontrado atrapados en preguntas como estas, especialmente cuando ocurren eventos que hieren la vida con una crueldad que resulta incomprensible y aún más difícil de aceptar.
Para evitar caer en la desesperación, la decepción o la apostasía de renegar de Dios, el autor del libro del Apocalipsis anuncia que todo está en manos del Señor. El inicio y el fin de la punta del ovillo, le pertenecen a Él. La historia se desarrolla según un plan desconocido para nosotros, pero no para Él.
Sólo nos resta confiar en el Señor y servirle en fidelidad. Él nos mostrará el camino. Que así sea. Amén.
Leonardo Schindler