Sábado 24 de febrero

La fe de Abraham no se debilitó…
Romanos 4, 19a

Dijo Jesús a sus seguidores: “Si tuvieran fe como un grano de mostaza…”, si tuvieran fe pequeña como una semillita, podrían experimentar las maravillas de Dios. Pero somos débiles y vacilamos, además queremos “ver para creer” y eso es la negación de la fe. Como dice la carta a los Hebreos: “Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos”
Hebreos 11, 1

El apóstol nos dice que la fe de Abraham no se debilitó porque estaba basada en las promesas de Dios. Las condiciones humanas de Sara y Abraham eran prácticamente inviables. Sus cuerpos estaban ya viejos para tener hijos. Sin embargo, no dudaron ni desconfiaron de la promesa que, a través de ellos, Dios daría una nueva vida que sería bendición para pueblos y naciones. La certeza de ellos era que Dios tiene poder para cumplir lo que promete.

La pregunta para nosotros hoy es: ¿creemos en las promesas de Dios y que ellas se cumplen? En el evangelio de Mateo (5,3-11) Jesús nos dice que son bienaventurados, o dichosos, los pobres, los que sufren, los que tienen hambre y sed de justicia, los compasivos, los de corazón limpio, los que trabajan por la paz, los perseguidos por hacer lo que es justo… “porque de ellos es el reino de los cielos”. ¿Creemos que esto tiene que ver con nosotros?

Vivimos tiempos en que resulta necesario fortalecer nuestra fe y nuestra esperanza en las promesas de Dios, siguiendo las señales que él levantó en la historia, especialmente siguiendo las huellas abiertas por Jesús, el Cristo.

Doris Arduin y Germán Zijlstra
Romanos 4, 19-25
Tema: fe

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