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Este es el mensaje que han oído ustedes desde el principio: que nos amemos unos a otros.

1 Juan 3,11

Amémonos los unos a los otros. Vivamos como hermanos. Un mandato que nos dio Jesús y a la vez es un sueño de la humanidad. Un sueño que en lugar de estar cada vez más cerca se aleja cada vez más de nuestra realidad. Hay muchas fronteras en el mundo que en lugar de ser cada vez más flexibles y abiertas para el extranjero se cierran cada vez más. Por un muro que se destruye se construyen tres nuevos. En cambio de que todas las religiones en el mundo busquen lo que tienen en común hay guerras por causa de la religión como hace algunos siglos atrás. En lugar de tirar poco a poco todas las armas en un hoyo grande, los gobiernos gastan más plata en fabricar armamentos.

No podemos aceptar que en nuestra sociedad reine el odio y la violencia. Es tiempo de que nos movamos. Juan sigue en el versículo 15: Todo el que odia a su hermano, es un asesino. No hace falta que levante mi mano. El solo hecho de no aceptar al otro, de no respetarlo, de discriminarlo e ignorarlo, ‘sólo’ esto alcanza para cerrarnos la puerta del reino de Dios. El reino de Dios que no es un después, sino un hoy. Donde yo actúo con amor se abre el camino, y todos juntos podemos dar una señal al mundo. El amor es más fuerte, Jesús nos mostró el camino, aunque tuvo que sufrir por esto.

Juan termina en el versículo 18: Hijitos míos, que nuestro amor no sea solamente de palabra, sino que se demuestre con hechos.

Señor, que pueda ser instrumento de tu paz. (Francisco de Asís)

Detlef Venhaus

1 Juan 3,11-18

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