Una mujer entre la gente gritó: ¡Dichosa la mujer que te dio a luz y te crió!
Jesús le contestó: ¡Dichosos más bien quienes escuchan lo que Dios dice, y lo obedecen.

Lucas 11, 27 y 28

Después de que Jesús liberó a un hombre de su mudez, manifestando de esa forma que una señal del Reino es que sean escuchados los que en la sociedad no tienen voz (Lucas 11,20), una mujer rompe el silencio y toma la palabra.

Maravillada por el accionar y la enseñanza de Jesús, ella proclama una bienaventuranza, vale decir, lanza una exclamación ligada al Reino, tal como Jesús lo había hecho antes con sus discípulos (Lucas 6, 20-23).

Como una suerte de reivindicación de género, la bienaventuranza de aquella mujer seguramente apuntó a exaltar, en la figura de la madre de Jesús, a todas las mujeres. Pero, producto de su tiempo, la mujer hace esta exaltación desde el esquema tradicional de la sociedad de aquel momento, donde el horizonte de significación de la mujer y los roles socialmente asignados giraban básicamente en torno a la maternidad.

Jesús escuchó y valoró la intervención de la mujer, tanto la valoró que le responde agudizando su reivindicación: la dicha de la mujer no se restringe a la maternidad como horizonte de vida, la dicha de la mujer radica en vivir una vida que se corresponda con esa dignidad humana a la que Dios, desde el Evangelio del Reino, desafía a mujeres y a hombres por igual. El Reino es nuestra vocación de vida, cuando hombres y mujeres la cumplimos cotidianamente, hay dicha.

Oración

Que la dicha de vivir alumbrados por tu Reino sea un sentir contagioso. 

Raúl Sosa

Lucas 11,24-28

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