¡Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos están vivos!
Lucas 20,38
“No podrás caer más abajo, que en la mano de Dios.” Esta frase me la dijo una mujer a cuyo esposo yo debía sepultar. Él había estado enfermo de una grave depresión y se había quitado la vida, tirándose por la ventana al vacío. Ellos, como matrimonio, habían experimentado en común muchas alturas, pero sobre todo muchas profundidades. Ahora, él había dado un salto a la muerte.
“No podrás caer más abajo, que en la mano de Dios”.
Ellos permanecen unidos entre sí – pasando por la muerte – en Dios. Para Dios están todos vivos. En la memoria de Dios seguimos viviendo. Ni siquiera en la muerte estamos separados de Dios.
¡Presente! También en la muerte presentes y no olvidados. Presentes están aquellos que fueron asesinados, quienes murieron por la justicia y la libertad. Personas como Dietrich Bonhoeffer o Elisabeth Käsemann, quienes se levantaron en contra de la muerte. Recordar a ellos es resistencia contra la muerte y contra una cultura de la muerte. Donde se recuerda a quienes murieron, donde no se olvida a quienes pretendían extinguir – allí florece la vida que Dios ha regalado. Indistintamente de cómo hayan llegado a la muerte: donde permanece el amor, permanece la unión, los difuntos permanecen, siendo una parte de nuestra comunidad. Permanecen siendo parte del cuerpo de Cristo, en la vida como en la muerte.
“No podrás caer más abajo, que en la mano de Dios, que él nos extendió misericordiosamente para la salvación. Estamos rodeados de Dios, también aquí en el espacio y el tiempo, y en la eternidad viviremos y estaremos en él.” (Arno Pötzsch)
Heike Koch
Lucas 20,27-40