Sábado 25 de octubre

Pero el Señor sí me ayudó y me dio fuerzas.

 

2 Timoteo 4,17a

 

En un momento difícil de su vida, y sintiendo que muchos de sus compañeros lo dejaron solo, el apóstol Pablo escribe estas líneas a Timoteo, junto con otros consejos y palabras de aliento para la misión que éste último deberá desarrollar.
La sensación de abandono frente a situaciones complejas, en ocasiones es peor que el momento mismo. En estas circunstancias, muchas personas encontraron y encuentran en Dios la fuerza necesaria para no desfallecer frente a momentos difíciles.
En este hallar —en la fe en Dios— las fuerzas para sobrellevar las dificultades, este pasaje bíblico también nos invita a pensar sobre el acompañamiento a nuestros hermanos y hermanas. Porque no se trata de ver nuestra fe como si fuera una demostración de cuánto podemos hacer por nosotros mismos, sino de la fe dada por gracia de Dios, que quiere ser vivida —practicada— en comunidad. En este sentido, somos llamados y llamadas a caminar juntos con otros/ as, acompañando especialmente en aquellas situaciones de dolor y olvido. Como escribía Dietrich Bonhoeffer: “Lo que verdaderamente fundamenta nuestra comunidad no es lo que nosotros podamos ser en nosotros mismos, con nuestra vida interior y nuestra piedad, sino aquello que somos por el poder de Cristo” (D. Bonhoeffer, Vida en comunidad, Salamanca, Sígueme, 2003, p. 17).
Los testimonios del apóstol Pablo y de muchas personas de nuestras comunidades nos alimentan nuestra confianza en Dios, animándonos a recordar que la fe es ese don de Dios que quiere ser compartido en comunidad, sosteniendo, fortaleciendo y acompañando a sus miembros, a nosotros/as, en la misión que Cristo nos encomendó: compartir el Evangelio con todos/as.
“Aunque el tiempo se presente muy difícil y se aumente entre nosotros la aflicción… Que no caiga la fe, que no caiga la esperanza” (Canto y Fe número 237).

 

Joel A. Nagel

Compartir!

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Email
Print