¡Cristo viene en las nubes! Todos lo verán, incluso los que lo traspasaron; y todos los pueblos del mundo harán duelo por él. Sí, amén.
Apocalipsis 1,7
Carlos Mesters, sacerdote católico y doctor en teología bíblica, escribe en su libro Cielos nuevos y Tierra nueva la siguiente anécdota:
“Doña María José, ¿lee usted la Biblia?
—Sí, señor, la leo todos los días.
—¿Cuál es la parte de la Biblia que lee usted más?
—¡Ah! ¡A mí lo que más me gusta es el Apocalipsis! Lo leo todos los días.
—¿Entiende usted todo lo que lee en el Apocalipsis?
—Entender, lo que se dice entender, no. Comprendo muy poco. Pero, ¡me gusta mucho! ¡Me da consuelo y valor para la lucha!”.
En medio de la persecución y la muerte que implicaba para las primeras comunidades cristianas el mantener su testimonio y compromiso, el libro del Apocalipsis resultó ser un abrevadero para la fe de muchos hombres y mujeres en los inicios de la iglesia. Un libro que contiene palabras de esperanza y consuelo para nuestras muchas luchas y sinsabores. Palabras de consuelo y esperanza que están fundadas en este Cristo que viene ¡y viene para todos! Viene al encuentro de cada hombre y cada mujer que sufre y espera. Viene al rescate de aquello que se ha perdido, para tender su mano y devolvernos al camino. Cristo viene ¡y viene pronto! Para acercar un poco más el reino de los cielos a la cotidianidad de doña María José y de todo aquel que espera el cumplimiento de la promesa. “¡Cristo viene! Todos lo verán”. Cuánta dicha y alegría. Cuánto gozo y regocijo. Traerá un cielo nuevo, una tierra nueva.
David Juan Cirigliano