Yo, Pablo, les ruego a ustedes, por la ternura y bondad de Cristo, aunque digan que cuando estoy entre ustedes soy muy tímido, y muy atrevido cuando estoy lejos.
2 Corintios 10,1
Pablo estaba siendo víctima de difamación y en este primer versículo nos deja ver cómo no solo lo estaban acusando de egoísta y ventajero, sino además de cobarde.
En una visita relámpago a Corinto, queriendo arreglar las cosas personalmente, al parecer Pablo resulta insultado, sea por uno de los falsos profetas o maestros, y Pablo, por no querer hacer el asunto más grande, decide regresar a Éfeso. Y desde ahí les escribe una carta severa, donde les habla muy fuertemente. De manera que la humildad y la mansedumbre de Pablo al no contestar ante esta provocación, y su decisión de alejarse, son tergiversadas por estos falsos maestros y lo hacen ver a Pablo como un débil líder. Y al mismo tiempo con su carta lo hacen ver como cobarde, ya que, según ellos, no se atrevió a hablarles así de frente, sino que salió huyendo. Pero qué interesante poder pensar: ¿cómo debería ser entonces?, ¿qué es mansedumbre? Ciertamente no es debilidad, es todo lo contrario, es fortaleza, capacidad, habilidad; y la ternura: que significa una dulce razonabilidad, equidad, gentileza, bondad, cordialidad, denota justicia, moderación.
En estas dos palabras tenemos el equilibrio perfecto para hablar con una persona, aún si esta persona está siendo desconsiderada.
Después de todo, vivimos en sociedades donde nos hemos acostumbrado a maltratarnos el uno al otro. El que tiene más poder puede hacer lo que le plazca y de esa manera hacemos daño a muchas personas.
Que el buen Dios, abra nuestros oídos, y que las palabras del apóstol Pablo también nos hagan mirar y revisar cómo nos hablamos, miramos y tratamos… recuperemos la mirada, los gestos, las palabras que humanizan, la presencia de Jesús en nuestras relaciones. Amén.
Marisa Hunzicker
2 Corintios 10,1-11