La prueba de que nosotros vivimos en Dios y de que Él vive en nosotros, es que nos ha dado su Espíritu.
1 Juan 4,13
Después de su paso por esta vida, Jesús nos envía el Espíritu Santo, para que nos acompañe, nos impulse y nos haga continuar su mensaje de amor y de esperanza.
El Espíritu es para nosotros como esa brisa suave que acaricia y acompaña el caminar de tantos cristianos a lo largo de los siglos, quienes optaron por vivir ese amor auténtico en las catacumbas, fortaleciendo la fe para que perviviera hasta hoy. Es la misma brisa que impulsó los barcos de innumerables peregrinos en busca de un futuro mejor. Esa brisa mece la cuna de un recién nacido, lleno de promesas por cumplir. También mueve la silla de alguien que peina canas, cuya sabiduría y experiencia son un faro para los ojos jóvenes que saben valorarla.
Es el viento que acompañó a nuestros ancestros cuando parecía que todo era insuperable, cuando se creía que no había solución. Sin embargo, aquí estamos hoy, en la calle, en el trabajo, en nuestros espacios, respirando el mismo aire, sintiendo el mismo impulso que guió a tantos hermanas y hermanos en este mismo sendero. Nos dejamos llevar por esa misma brisa, buscando el amor de Dios en todas sus manifestaciones.
Deseo que ese Espíritu hecho viento llegue hoy hasta vos, te acaricie, te renueve, te colme de paz y puedas comprender que nos une, que no estás solo y que nos impulsa a todos por igual. Amen.
Melisa Hilman
1 Juan 4,13-21