Eviten que esa libertad que ustedes tienen haga caer en pecado a los que son débiles en su fe.
1 Corintios 8,9
Vivir la libertad cristiana no es fácil. Es más que “sentirse libre” u “obrar en conciencia”. Requiere altas dosis de humildad, sabiduría y madurez, sobre todo, por las decisiones que tomamos, que pueden afectar a los demás. Sin embargo, aun cumpliendo los “requisitos” anteriores, Jesús nos diría como al joven rico: “una cosa te falta”.
Vivir la libertad cristiana requiere, principalmente, amor al prójimo. Quien se considera ejemplo y criterio para evaluar al mundo y a los demás, en realidad ve borroso y es esclavo de sí mismo. Al contrario, quien ve la realidad ajena y se conmueve, se preocupa de quien la experimenta y actúa por él, ve en perspectiva, con mayor amplitud, y va por un mejor camino.
(Advertencia: la falta de amor al prójimo es “antitestimonio” que desacredita la predicación ante los no creyentes, y sobrecarga a los débiles con el peso de la confusión, peso que los puede hacer caer).
Así, las palabras de Pablo presentan una alternativa para el mundo actual, centrado en el yo: una comunidad esencialmente integradora, inclusiva, donde todos caben; y puerta de liberación del individualismo, de mis pasiones, y de todo lo que destiñe mi amor al prójimo y me aleja de Dios.
Sí, vivir la libertad cristiana no es fácil… cuando pretendemos vivirla a nuestro modo. Ahora, si es “cristiana” ¿no deberíamos vivirla a la manera de Cristo?
Dios misericordioso: te rogamos por la inspiración y guía de tu Santo Espíritu, y por ojos bien abiertos para ver “esa cosa que nos falta”. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Robinson Reyes Arriagada.